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Mi Buenos Aires Querido


Algunos dicen que las ciudades tienen alma, si acaso eso existe. Se supone que si juntas la energía de toda la gente que recorre un lugar, esa energía se transforma en el alma del sitio y adquiere una fuerza propia y poderosa que contagia y regresa a cada individuo. Como si se tratase de una corriente circular que no se detiene nunca, alimentando y retroalimentándose de su propia gente.

Pues yo no podría hablar de Buenos Aires, sin hablar de su gente. ¿Peculiares? sí. Los odio y lo amo, dependiendo el día. Quizás ahora a la distancia y con nostalgia, al amor lo siento más.

El porteño es intenso, en lo bueno y en lo malo. Con ellos aprendí a hablar alto y ser fuerte. Y es que en una ciudad de 13 millones de habitantes esa es la única forma de sobrevivir.

El porteño es poco modesto, pero eso todo el mundo lo sabe ya. No le avergüenza celebrar sus logros, y no le avergüenza celebrar el de los demás. Y aunque al principio no te gusta, llega el día en que su apoyo y su alegría te contagian y por unos segundos piensas que quizás tienen razón, y te sientes tan groso como ellos dicen que sos.

Tampoco se avergüenzan de reconocer sus problemas. Y es que nadie es perfecto. Una tarde me cancelaron dos reuniones porque las dos personas tenían que ver a su psicólogo. No creo que les moleste hablar por una hora sobre si mismos, pero vamos que para decir en voz alta que tuviste sueños eróticos con tu madre hay que ser valiente.

El porteño es cajero de un banco y también es cantante, es dependiente en una tienda y también es actriz, es obrero y militante, oficinista y artista. Cada uno lucha por sus sueños y eso es algo de lo que te enseñan a no tener vergüenza.

Imagina que es lunes y después del trabajo de media jornada que conseguiste, sales corriendo a tu taller de teatro, es gratis y a la primera clase no quieres faltar, no te vayan a quitar el sitio. Tomas el subte y al escuchar el bandoneón se te olvida la prisa que tenías y a lo mejor se te pasa la parada. En clases, tomas mate con tus compañeros y tu profesor, sonríes de algo que se dice y te apuntas una obra que pasan en Corrientes. Cuando terminan vas con los demás a verla. El teatro queda al lado de una de las librerías de la calle y entran. Te compras un libro, usado, claro, que sale más barato y te gustan más. El show termina, las luces se encienden y el profesor tenía razón, la obra es maravillosa. Felicitas a los actores que se paran en la puerta y despiden sonrientes a su público. Ya son las 10 y muchos se van a casa, pero tu no, hoy no. Tomas una cerveza en un bar cercano con unos amigos y la música les anima a ir bailar. Salen y buscan sitio, no es tan difícil. Entre la cumbia y el fernet, adentro se te van las horas y cuando finalmente salen por la puerta, se dan cuenta que salió también el sol y sonríes, porque sabes que no estás en cualquier sitio.

Quizás Buenos Aires no refleja la Sudamérica profunda, pero debería. Sería una Sudamérica rebelde, necesaria. Una Sudamérica que busca y logra zafarse de los complejos, del machismo arraigado y de las opresiones de la religión. Los sudamericanos no argentinos, solemos decir que el porteño se cree europeo, y a veces ellos se lo dicen solos; pero aquí en confianza, del otro lado del charco sudakas somos todos, incluido él. Las diferencias solo las sabemos nosotros y deberíamos romperlas también nosotros; pues en su defensa tengo que decir que aún con su arrogancia, sus vellos claros y su apellido italiano, cuando de la colonización y rebelión se trata, el porteño es el más indio de todos.

Hablo siempre del porteño porque es al que más conocí; pero él, al igual que el provinciano, es sobre todo argentino, de la cabeza a la raíz.

Las ciudades y su alma. En un libro leí que a cada ciudad le podías dar una palabra que la significara. Pues yo creo que eso tiene que ver con el alma. ¿Cuál es la palabra de Buenos Aires? Se me ocurren tantas, pero quizás diría que Buenos Aires es protesta, una hermosa y valiente protesta.

Viví allí 5 años y me fui hace tres, estoy segura que ahora lo habrán cambiado un poco; pero mi Buenos Aires querido, hoy al evocarte... se me van las penas del corazón.


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