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La Tolerancia no es un Bien Común


Fotograma de la película "Call me by your name", del cineasta Luca Guadagnino.

Hace unos meses atrás la Corte Constitucional de Ecuador emitió un fallo a favor del matrimonio entre personas del mismo sexo. Desde aquel día la población no ha hecho más que hablar del tema, algo que no me sorprende especialmente pues se trata de un fallo histórico que sin duda cambia la vida de mucha gente; lo sorprendente es que la mayoría de los comentarios son de total rechazo.

Mucha gente a la que no les afecta directamente el fallo, gente desconocida y gente cercana, algunos incluso a los que recordaba con cariño, se han tomado la molestia de esparcir comentarios llenos de rencor, enojo y de una supuesta preocupación ante lo acontecido; uno de los mensajes que más se repite en las redes sociales es ¿Qué será de los niños? Bien, pues ya les digo yo que no será nada; llevo viviendo por varios años fuera de mi país, en ciudades donde el matrimonio homosexual está aprobado desde hace mucho tiempo y a los niños no les ocurre nada; o bueno, quizás sí, quizás lo que ocurre es que un niño heterosexual no mira a una persona homosexual como un bicho raro, y una persona homosexual no se siente un bicho raro. Y no se preocupen, en un mundo donde el matrimonio entre personas del mismo sexo está aprobado y los gays pueden caminar por la calle tomados de la mano con libertad y, quizás un día, atreverse a darse un beso, los niños heterosexuales siguen creciendo. Porque ¿saben qué? La homosexualidad no se contagia ni se aprende, la tolerancia sí.

No se si lo han notado, pero homosexuales han existido siempre. En la Antigua Grecia no se concebía la orientación sexual como identificador social, incluso los militares mantenían relaciones homosexuales entre ellos con frecuencia, como forma de fortalecer los lazos y el espíritu de combate de la tropa en tiempos de guerra. Pero no quiero dar clases de historia, lo que quiero es demostrar que la homosexualidad no es un virus de temporada que hay que combatir, o una epidemia que hay que evitar que se propague; la homosexualidad forma parte del mundo desde el principio y así como existen personas rubias y morenas, existen hombres que prefieren los penes y a mujeres que les va más la vagina.

¿Lo natural? Pues lo natural es esto y ni siquiera la represión y la violencia que han sufrido los homosexuales de los últimos siglos lo han logrado cambiar. Ahora, si con natural se refieren a la naturaleza de la concepción, si que todavía se da entre hombres y mujeres únicamente, pero ustedes quédense tranquilos que en el mundo hay suficientes voluntarios para generar nuevas vidas. Si no me creen, investiguen acerca de las alertas actuales de la sobrepoblación.

Algo que no ha existido siempre es la religión y no me refiero a la espiritualidad, me refiero a la institución religiosa como la Santa Iglesia Católica, principal oponente al matrimonio igualitario en mi país. Solo miren nuestro caso, si los españoles no hubieran llegado a nuestras tierras a lo mejor seguiríamos adorando al sol. Lo cierto es que el tiempo ha demostrado que los líderes religiosos no han sido los mejores gobernantes y las normas de su Institución han tenido que variar y adaptarse mucho con los años, ¿acaso recuerdan la Inquisición? Debido a esto, la mayor parte de los estados actualmente son laicos y, afortunadamente, también lo es el Ecuador. Así que pese a que la mayoría de la población sea católica, las normas cristianas no pueden obstaculizar el desarrollo de nuestro país. Pues sí, que toda la población tenga acceso a los mismos derechos se trata de desarrollo social y eso es algo que estoy segura la caridad cristiana lo terminará entendiendo en algunos años, tal y como entendió que la tierra era redonda y de que quizás no estaba bueno seguir quemando "brujas". Afortunadamente, las leyes actuales de la mayoría de los países no corren a su ritmo; afortunadamente los homosexuales hoy en el Ecuador viven un poco más libres que ayer.

Compatriotas preocupados por el matrimonio gay y defensores acérrimos de las normas de la Iglesia, dejen de difundir comentarios mal intencionados, egoístas y absolutamente homófobos; y, principalmente, dejen de exigir su derecho a pronunciarse de esta manera, pues no tienen tal derecho. La tolerancia no es un bien común, el tolerante no tiene que tolerar al intolerante; o, por lo menos yo, ya me cansé de hacerlo. Amigos que rechazan el matrimonio entre personas del mismo sexo, dejen de pregonar y luchar por volver a un estado que menoscababa al homosexual, que los trataba como ciudadanos de segunda; si les sirve de algo, piensen que algún "amigo" gay podría estar leyendo su mensaje, alguno que ya tuvo la valentía de salir del clóset en un país como el nuestro o alguno que aún no. Por mi parte, yo a ustedes no los tolero más.


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